Esta receta la he sacado del libro “La cocina de los conventos”. Un libro lleno de recetas fantásticas realizadas en las cocinas de los conventos.
Antes de explicar la receta, voy a poner unos consejillos que vienen indicados en el libro para la elaboración de esta masa:
- La proporción general, en peso, es de dos partes de harina por una de grasa; esto quiere decir que, si utilizamos 200 gr. de harina, la cantidad de grasa debe ser de 100 gr.
- La grasa que se emplea para la elaboración de la pasta quebrada es mantequilla o margarina, ya que dan buen sabor. Pero si mezclamos mantequilla y manteca de cerdo a partes iguales, la textura de la masa mejora notablemente.
- Debe intentar mantenerse el frío durante todo el proceso. La grasa debe tomarse directamente de la nevera, el agua será fría y, antes de comenzar, conviene mojarse las manos con agua muy fría. La masa debe manipularse lo menos posible.
- El horno ha de estar caliente, 200ºC, para poder obtener una masa quebrada ligera.
- Esta pasta, una vez hecha, puede conservarse hasta tres días en la nevera. También puede congelarse, si queremos que nos aguante más tiempo.
- La masa quebrada puede utilizarse para empanadas, pasteles dulces y salados (como quiches), etc.
Ahora sí, vamos con la receta.
¿Qué necesitamos?:
- 200 gr. de harina
- 50 gr. de mantequilla
- 50 gr. de manteca de cerdo
- 1 huevo
- 2 cucharadas de levadura
- 1/2 cucharadita de sal
- 2 cucharadas de agua fría
- Harina para espolvorear
¿Cómo lo hacemos?:
En un bol mezclamos la harina, el huevo, la levadura, la grasa (mantequilla y manteca) y la sal. Amasamos con las yemas de los dedos hasta conseguir una pasta fina y sin grumos. Añadimos las 2 cucharadas de agua fría y unimos todo bien (si queda muy seco puede ponerse un poquito más de agua).
Volvemos a trabajar la masa con las yemas de los dedos hasta que deje de pegarse a las manos. Entonces, espolvoreamos un poco de harina sobre la superficie de trabajo y colocamos la masa encima. La doblamos desde el exterior hacia el centro, dándole vueltas simultáneamente hasta conseguir una consistencia firme, lisa y sin grietas (alguna grietecilla queda); procuraremos que la manipulación sea sólo la necesaria.
Ya en su punto, la envolvemos con papel transparente y la metemos al congelador durante 2 horas o en la nevera más tiempo, para así poder trabajarla mejor.
Una vez pasado este tiempo, la extendemos con el rodillo enharinado dando golpes hacia adelante en una sola dirección. La amasamos de forma uniforme desde un borde al otro, hasta que la superficie quede estirada. Después de cada presión del rodillo giramos la masa en el sentido de las agujas del reloj. Por último , le damos la forma y el grosor deseados para la receta que vayamos a preparar.